miércoles, 17 de abril de 2013

Gritas, te retuerces. Huele a sangre. Descontrol. Te dejas caer en la cama y desapareces en las sábanas. Calor. Las ramas te rozan las piernas. El sol se baña en tu piel, la arena mojada se hunde en tus pies. Él te levanta y te secuestra entre sus brazos. El agua va ascendiendo por tu cuerpo según te aproximas al mar, y cuando crees que estás flotando a unos centímetros del suelo algo te agarra y tira hacia abajo. Burbujas de aire se escapan de tu boca y suben hacia la superficie. Y qué mas da ahogarte bajo el agua que ahogarte entre sus besos. Todo se vuelve negro y después rojo. Y después no hay color. No hay nada. ¿Pero acaso no es la nada ya algo? Una luz se asoma en alguna parte, se hace grande, y la luz lo es todo. Figuras borrosas aparecen, van haciéndose más nítidas permitiéndote distinguirlas, y tu mirada se agudiza hasta poder leer el cartel del fondo de la pared. "Quirófano" Alguien te llama. "¿Me oyes?  Mira a la luz, por favor, a la luz" De repente los recuerdos vuelven. Te miras los brazos. Uno tiene una hilera de puntos desde la muñeca hasta el codo. Otro no está.  Y de repente todo cobra sentido. Un único pensamiento aflora en tu mente, las lágrimas ruedan por tus mejillas. Sigues viva. 

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