sábado, 16 de marzo de 2013

Bastó un instante para enredarse en mi mente durante meses. Mi naturaleza obsesiva y analítica no ayudó a quitarle importancia y me llevó a intentar descifrar lo que ocultaba tras esas pupilas cansadas, a fascinarme sus ojos color miel hasta el punto de no poder sacarme de la cabeza su mirada nerviosa, expectante. Me encantaba deleitarme en ellos, que aún a mas de diez metros de distancia donde los miraba conocía tan detalladamente como si ya fuesen míos. Tenían algo que dejaba huella en mi, y por más que me esforzaba no conseguía entender. Su mirada había traspasado todos los límites de seguridad -que yo con tanto esfuerzo creé-  con la facilidad con la que se traspasa el humo para formar parte de mi, convirtiéndose en algo elemental. Por eso, al buscar su mirada,  me sentí incompleta al no reconocer esos ojos color miel, sino unos ojos vacíos, que no reconocían los míos y me miraban con la expectación de la mirada de un niño a lo desconocido.

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