domingo, 19 de mayo de 2013


El despertador sonaba a las siete y media de la mañana y con él la tediosa rutina. Intentaba poner orden en su habitación caótica, recogía del suelo la ropa y colocaba un marca páginas a sus libros entreabiertos de poesía barata. El suelo crujía frente a sus pies descalzos, y el café aguado reposaba en el alfeizar de su ventana, humeante. Respiraba la soledad de una mañana de invierno y el frío se entremetía entre su ropa, como siempre, insuficiente.
El cielo, aún con los colores del amanecer, la aprisionaba en el mundo, su mundo. Las palabras del día a día golpeaban su cabeza como la lluvia en abril. La tierra cedía al agua para convertirse en barro, pero ella se mantenía firme y las palabras rayaban su superficie. Un mensaje, una sonrisa, un "buenos días" o simplemente unas palabras amables. Algo que se saliera de la cortesía, una muestra de cariño era lo que anhelaban sus lágrimas.
Miles de adolescentes cruzan las puertas del instituto cada mañana. Sus miedos, alegrías o inquietudes mueven sus pasos y los impulsan a actuar de una manera determinada. ¿Ella? Ella se mantenía neutra ya que no tenía nada a lo que atenerse. Puede que la esperanza, el quizás, la incertidumbre, fuera la gasolina que la hacía no ignorar el despertador cada madrugada del lunes. Porque, al fin y al cabo, no intentarlo es como imponerse un no por respuesta sin formular la pregunta.
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Para  Juanfer, por motivarme a seguir escribiendo y animarme cuando no quiero hacerlo. 

4 comentarios:

  1. MARAVILLOSO.
    Me ha encantado, sigue así y sigue escribiendo que lo haces jodidamente bien.

    Te dejo mi blog.. pasate si tienes un hueco, un beso♥

    http://sonrisasimperfectas.blogspot.com.es/

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  2. GRANDE! No intentarlo es dejarlo en manos de la tristeza, de la pereza y la cobardia..
    saludos!

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    1. Exactamente. Y sólo debería estar en unas manos, las nuestras.
      Saludos c:

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